Los docentes han dado el ejemplo
Pese a los altibajos, el tiempo ha volado desde el 16 de marzo y ya estamos a las puertas del mes de junio. Hace dos meses y medio, cuando fue declarada la pandemia en el país, nuestras actividades tuvieron un giro abrupto. Todos hemos tenido que tomar medidas de precaución, así como sujetarnos a las nuevas condiciones y reglas del juego. Una de las primeras medidas anunciadas por el Presidente para contener la propagación del COVID-19 fue el cierre temporal de las actividades presenciales en todos los centros educativos. Esto hizo que los establecimientos quedaran vacíos de la noche a la mañana, forzando a los maestros y a sus estudiantes a trasladarse a “salones virtuales”, debiendo adaptarse con celeridad a nuevas formas para reunirse remotamente y dar continuidad a las clases. Algunos estaban acostumbrados al uso de herramientas tecnológicas y la conectividad en sus hogares no representó mayor obstáculo. Para otros, sin embargo, tanto el uso de la tecnología como el acceso a internet, entre otras cosas, ha representado un esfuerzo mayúsculo.
El Centro de Investigaciones Educativas de la Universidad del Valle de Guatemala compartió hace poco los resultados del estudio “Covid-19. La respuesta educativa en Guatemala”, el cual recoge algunas percepciones de docentes, seis semanas después de la suspensión de labores presenciales. Sus autores, Jennifer Johnson Oliva y Jorge Andrés Gálvez Sobral, documentaron algunas de las opiniones de los educadores, quienes han debido continuar con la programación académica bajo circunstancias nunca antes experimentadas. Como señalan estos expertos, “alrededor del mundo se ha observado a docentes dedicados, haciendo grandes esfuerzos para adaptarse y utilizando recursos atípicos para ajustar su trabajo y salir de su rutina normal.”. Por ello, aparte de visibilizar la opinión de los encuestados, buscan que esta exploración sea una forma de reconocer el trabajo valiente de los docentes de Guatemala, quienes de un momento a otro debieron cambiar el rumbo de su práctica en el aula hacia una modalidad totalmente a distancia, poniendo los intereses de sus estudiantes por delante y cargando sobre sus hombros el peso de la incertidumbre.
En este estudio de UVG, que no es una muestra representativa, se contó con las respuestas de 4552 profesores, 58.4% del sector oficial y 39.3% del sector privado. Solamente uno de cada cuatro de los encuestados reportan haber estado preparados para la suspensión de clases y la transición a educación remota de emergencia. Esto hizo que hicieran acopio de diversos recursos a su alcance. Una tercera parte indican utilizar WhatsApp como herramienta de trabajo para la entrega de su contenido, un 23% usa alguna plataforma digital y un 22% emplea guías escritas. Dos de cada tres maestros indican que no ha sido posible cubrir todo en la transición, por lo que han debido priorizar contenidos. Asimismo, reconocen algunas lagunas y enumeran varias necesidades de capacitación docente. Según indican los autores, la encuesta deja un aire de esperanza, pues tanto los docentes como los directores encuestados reconocen que este “experimento inédito” ha propiciado una mayor autonomía y responsabilidad en estudiantes, así como ha permitido que los padres de familia estén más involucrados en la educación de sus hijos. También ha puesto el acelerador en la integración tecnológica en los procesos educativos.
Un amigo me comentó esta semana que ahora, que ha vivido de cerca lo que conlleva la educación de su hijo, aprecia más que nunca la labor de los maestros. El proceso ha continuado gracias al ingenio, compromiso, responsabilidad y dedicación de los docentes, quienes han trabajado con ahínco para el beneficio de sus estudiantes. ¡Muchas gracias a ellos por su liderazgo y vocación de servicio! Sin duda, saldremos fortalecidos de esta coyuntura.
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