Cuando enviamos nuestros datos cifrados lo que hacemos es simplemente enviarlos mediante fórmulas matemáticas o lógicas, de tal modo que tan solo el destinatario elegido tiene los códigos necesarios para descifrarlos y leerlos. El cifrado cobra una especial importancia a la hora de proteger nuestros datos y la información que enviamos o recibimos frente a ataques contra nuestra privacidad.
El cifrado es clave para asegurar las comunicaciones en línea para todo, desde transacciones financieras hasta atención médica. Es un componente fundamental sobre el cual se construye una Internet confiable y eficaz.
WhatsApp es una aplicación, de muchas, que ofrece el cifrado de extremo a extremo que asegura que solo el emisor y el receptor puedan leer los mensajes de ese chat y nadie, ni siquiera WhatsApp, lo puede hacer. Sin embargo, algunos gobiernos ven la comunicación cifrada como una barrera para la aplicación de la ley, la lucha contra el terrorismo y la seguridad pública.
Junto con las crecientes inquietudes de esos gobiernos, determinadas empresas se resisten al cifrado de extremo a extremo para fines comerciales. Cada vez son más los que se muestran en contra del cifrado de mensajes, lo que podría acabar con la creación de leyes que obliguen a dar dicho acceso. Aunque los mensajes codificados podrían ayudar en la lucha contra el crimen u otras actividades, aún existen dudas sobre cómo afectaría a la privacidad.
En conjunto, estos enfoques de políticas, leyes, productos y prácticas socavan la seguridad digital y, como consecuencia, erosionan la seguridad y la confiabilidad de la Internet global. El argumento de los desarrolladores es el temor a que estos datos caigan en manos equivocadas y sean ellos los responsables. Además de temer lo que esto podría suponer para determinados usuarios con información delicada.
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