Usando inteligencia artificial en el salón de clases.
Mucha de la discusión reciente entre universidades y académicos es cómo protegerse de nuevas herramientas digitales, que vienen a “vulnerar” lo que hacemos en las aulas, particularmente lo concerniente a la forma en que evaluamos los aprendizajes. Los docentes temen que un uso indebido de estas aplicaciones no permita apreciar fidedignamente el avance de los aprendizajes y degenere en fraude académico. Se trata, en buena medida, de una lucha angustiosa por conservar y proteger nuestra forma tradicional de hacer las cosas. Nos cuesta enfrentar los nuevos paradigmas. Mientras muchos profesores levantan la voz de alarma y analizan cómo protegerse de estas herramientas disruptivas, el mundo sigue su curso. La cuestión es que ya nos movieron el piso, pues los estudiantes ya las han bajado y están usándolas. Ante esta realidad, es necesario establecer las reglas sobre cuándo y cómo pueden ser incorporadas en la clase.
¿Qué es aceptable y qué no es? El tema de ChatGPT, por ejemplo, está generando mucho debate entre académicos. Muchos buscan como erradicar la herramienta del ámbito educativo y otros pocos cómo aprovecharlas. Me sumo al segundo grupo. A mi modo de ver, lo que se necesita es cambiar nuestra perspectiva sobre los aprendizajes esperados y su medición, en vez de limitar el uso de estos recursos. Quienes promueven este último planteamiento, recomiendan trabajar en una política de clases, que aproveche las ventajas que brindan las herramientas y delimite más claramente la forma en que puedan ser empleadas en el salón de clases. Opinan que si se presenta frontalmente las expectativas es más probable que los estudiantes exploren estos recursos y los empleen de forma honesta.
Recientemente vi un artículo del Harvard Business Publishing Education que brinda algunas recomendaciones para establecer una política de uso de herramientas de inteligencia artificial (enlace). Sugiere idear esquemas que establezcan bajo qué condiciones se permite e impide el uso de las herramientas, cómo deben citar el uso de las mismas, una nota en cuanto al uso ético y responsable de la información, una adecuada rendición de cuentas y una clara reflexión sobre cómo aprovechar estas herramientas para aprender y no solamente para generar información. Nos instan a recordar que el pensamiento crítico y la capacidad de innovación y de diseño no pueden ser reemplazada por la inteligencia artificial.
El artículo presenta recomendaciones de dos expertos en innovación. Ethan Mollick, profesor asociado de la Escuela de Negocios de Wharton, y Lilach Mollick, directora pedagógica del programa interactivo de dicha escuela, plantean estrategias de enseñanza-aprendizaje en el mundo de ChatGPT. Indican que el concentrarnos en las preocupaciones y temores acerca de las herramientas emergentes nos impide ver las oportunidades que las mismas brindan, incluyendo nuevas formas de enseñanza. Si los estudiantes no aprenden a lidiar con estas herramientas y practicar su uso, es probable que no logren distinguir entre la información correcta e incorrecta que producen. Por ello, debemos ayudar a los estudiantes a usar apropiadamente esta tecnología, basándose en lo que ya conocen y ejercitando su juicio crítico. Concluyen que solamente la interacción con las herramientas permitirá emplearlas efectivamente.
Estos dos académicos reconocen que integrar la inteligencia artificial al salón de clases no es siempre una tarea sencilla. Debe hacerse un adecuado abordaje para fortalecer los aprendizajes. Como un primer paso, recomiendan establecer una política que marque la cancha y establezca la forma adecuada para usar las herramientas en el aula. A partir de ello, resaltan la importancia de elevar las expectativas sobre los aprendizajes y el desarrollo del proceso, utilizando las nuevas herramientas, lo cual también conlleva una forma distinta de pensar en la evaluación. Las respuestas que generan las herramientas de inteligencia artificial deben ser vistas como un borrador burdo, sobre el cual las personas pueden elevar sus aprendizajes. Finalmente, recomiendan seguir un enfoque experimental que permita acoger los nuevos medios y construir algo que funcione.
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