La ética es la disciplina filosófica que estudia el bien y el mal, y sus relaciones con la moral y el comportamiento humano. Como sabemos, la bioética es el estudio de los aspectos éticos de las ciencias de la vida, así como de las relaciones del hombre con los restantes seres vivos. Por su lado, la ética ambiental es entonces una ética aplicada que reflexiona sobre los fundamentos de los deberes y responsabilidades del ser humano con la naturaleza, los seres vivos y las generaciones futuras.
Su importancia radica en que es una visión reciente que se relaciona principalmente con espacios de desarrollo profesional o productivo; en los que más que las ganancias, se deben tener en cuenta elementos, tales como la protección del medio ambiente y quiénes en él habitan. Su consideración se encuentra dentro de la triada: medio ambiente, economía y sociedad.
Antecedentes históricos
Los inicios de la ética ambiental se remontan al final de la Segunda Guerra Mundial. Debido a la alta contaminación que desencadenó la guerra en Europa y en Asia, la comunidad internacional pensó, por primera vez, en la protección y el cuidado del medio ambiente. Así se inició la consideración de los valores ambientales que forman parte de la conducta del ser humano y su desenvolvimiento con su entorno ambiental. A su vez, estos valores promueven acciones positivas que estimulan un uso racional de los recursos naturales para un equilibrio ecológico.
En 1854, el presidente de EE.UU. Franklin Pierce, hizo una oferta para comprar una gran extensión de tierra, y prometió una «reserva» para el pueblo de indios americanos. El jefe Seattle de la tribu Suwamish, cuyos territorios se encontraban en lo que hoy es el Estado de Washington,
contestó con una carta, la cual ha sido considerada hasta la actualidad, como una de las primeras declaraciones de valoración a la naturaleza y el medio ambiente.
A continuación, un fragmento de la carta del cacique Seattle:
“Nosotros sabemos esto: la tierra no pertenece al hombre; es el hombre el que pertenece a la tierra.
Nosotros sabemos esto: todas las cosas están intercomunicadas, como la sangre que une a una familia.
Todo está unido. El hombre no trama el tejido de la vida. Él es, sencillamente, uno de sus hilos. Lo que él
hace a ese tejido, se lo está haciendo a sí mismo… ¿Dónde está el bosque? ¿Dónde está el águila?
¡Desaparecieron! Es el final de la vida, el comienzo de la supervivencia”.
Vinculación actual
Actualmente se evidencia una estrecha relación de la ética ambiental con la crisis actual. Es así que existen problemáticas como la deforestación, monocultivos y agricultura no sostenible, los excesos en producción de alimentos que conllevan al desperdicio y la explotación minera. Además, el crecimiento poblacional exponencial, tráfico de vida silvestre, persistente uso de combustibles fósiles y los efectos del cambio climático, forman parte de esta problemática.
Lo anterior ha llevado a un desbalance de los ecosistemas y a que haya mayor interacción animal-humano. Esta convivencia cercana incrementa los riesgos del aparecimiento de enfermedades zoonóticas, es decir enfermedades transmitidas de animales a humanos, como la COVID-19. Debido a esto surge el concepto One Health o Una Salud, en el cual se considera la salud pública por medio de la prevención y control de patógenos. Esta toma en cuenta no solo el bienestar humano, sino también la salud de los animales y el ambiente, dado que existe una importante interacción entre los tres. Siendo más que claro que debemos actuar con ética ambiental para prevenir el surgimiento de este tipo de pandemias.
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Autoras: MSc. Gabriela Alfaro, directora del Departamento de Biología, MBA. Gabriela Fuentes Braeuner, directora del Centro de Estudios Ambientales y de Biodiversidad, y la Dra. Vanessa Granados Barnéond, catedrática de Bioética y miembro del Comité de ética, uso y cuidado animal de UVG.
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